sábado, 21 de mayo de 2016

EL SONIDO DE TU VOZ


Te fuiste. Y tu olor sigue en la casa. En las toallas, en el sofá, en la almohada... Todo huele a ti.

Me dejaste, pero aún sigo durmiendo en mi lado de la cama, sigo poniendo el cenicero en medio de la mesa para que los dos alcancemos a soltar la ceniza, sigo poniendo el mantel, como siempre, aunque me sobra mucho hueco y me faltan conversaciones.

Cuando me ducho, sigo cerrando la puerta, esperando que alguna vez se entreabra y asomen por la rendija tus ojos azules para espiarme, como hacías tantas veces.

El despertarte por las mañanas. El hacerte el café. El verte marchar al trabajo asomado a la ventana y decirte adiós con la mano. Son tantas cosas.

Salir de casa sin darte un beso o acostarme sin dar un buenas noches, eso es lo que más echo de menos.
Y tus labios. Y tus ojos. Y tu forma de andar por el pasillo con la toalla enrollada en tu cuerpo y el pelo húmedo y alborotado.
Y tu sonrisa. Y tu piel sedosa color marfil. Y tus manos y tus dedos alargados.
Y el sonido de tu voz.

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