domingo, 8 de diciembre de 2013

CAMINANTE DE CIUDAD

Me gusta andar por Madrid en verano. A esa hora en la que ya no hay sol y el asfalto no quema los pies... cuando refresca.

 Entonces, solo por las calles de mi ciudad, ando despacio, sin prisas, porque donde voy no hay hora de llegada. Pensando en mi amor, mi familia, mis amigos, mi trabajo... en todo lo que me rodea y me hace ser yo.

 Y Madrid, a esa hora, es la Emperatriz de las Ciudades, la Reina de los Condenados. Donde viven a la par los Sueños Rotos y las Esperanzas, el Quiero y no Puedo y el Puedo y no Quiero, el que vale para algo y el que no sirve para nada, las Ilusiones Perdidas y los Perdidos Ilusionistas... Todos en un crisol de Quimeras y Desengaños.

 Y paseo, tranquilo, y me fijo en sus calles, sus casas, sus gentes y sus pensamientos. Y piensan sin pensar porque no piensan en lo importante, y se miran sin fijarse porque no se dan cuenta de lo que salta a la vista... salvo algunos pocos locos.


 Y entonces, vuelvo a casa, dejando casi todo en el portal antes de entrar, y vuelvo a mi otro yo, ese que no pasea por las calles, si no que sigue la rutina; ese que piensa sin pensar; ese que mira sin fijarse... pero ese, sabe que es una de esas personas que no piensan y no se fijan, y es consciente que no puede vivir siempre caminando tranquilo por la calle, ese tío sabe que no siempre es verano... aunque también sabe, que Madrid siempre está lista para escuchar sus pensamientos cuando él quiera lanzarse a caminar por sus calles... tranquilo.... cuando refresca.

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