domingo, 17 de abril de 2016

EL ALFEIZAR

Sentado en el alfeizar de la ventana del baño, miraba la noche. La luna de verano resplandecía con fuerza en medio de un sol estrellado.
Muchas veces, en su juventud, había subido ahí con la intención de dejarse caer. De saltar a la nada. A la muerte.

Pero ahora no. Había adquirido la confianza necesaria con ese pequeño rincón de su casa. Ya no quería saltar y, sabía, que el alfeizar no le iba a dejar caer, a pesar de no ser ahora tan ágil como antaño.
Aún así, se seguía sentando ahí cada noche, a fumarse el último cigarro del día. Se sentaba a añorar viejos tiempo y a fantasear sobre el futuro.
La sensación agridulce de lo que fue y lo que es. Los recuerdos amargos que se mezclan con el orgullo por los éxitos conseguidos... pero ahora, ¿qué?

El hombre piensa en lo joven que era la primera vez que se subió allí, dispuesto a mandarlo todo al garete. No tenía ni 17 años y ya estaba cansado de vivir.
Muchos errores y pocos aciertos. Muchos conocidos y muy pocos amigos. Mucha droga que nunca saciaba su vacío. Mucho alcohol que no le hacía olvidar. Muchos traspiés. Muchas meteduras de pata. Muchas malas decisiones.

No hubo valor. Nunca lo hizo. Y ahora, se siente orgulloso de haber podido superar aquello. Es el único logro de su vida. Aunque... ¿para qué?

Hoy ya no es igual. De casa al trabajo y del trabajo a casa. Sin ilusión. Sin ganas. No lucha más que por un sueldo que le dé de comer. Nadie a quien recurrir. Nadie que le apoye.

Hoy, acaba de darse cuenta, que tendría más motivos para saltar por esa ventana que hace 30 años.

Hoy, ha tenido su última sensación de fracaso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario